Eugenio Montejo decía que toda persona lúcida se siente extranjera en su propio país. El exilio no es sólo físico (político, forzado, voluntario), también puede ser interior. Hay escritores venezolanos que utilizan la lejanía, incluso la que está dentro de nosotros, como tema literario. Desde el Andrés Bello que viajó a Londres a principios del siglo XIX hasta el Eduardo Sánchez Rugeles que hoy está en España.
Ya dijo María Gasparini Lagrange, una venezolana que vive en Venecia desde el año 2000, que en la literatura existe el exilio que habla del encierro, del aislamiento en ti mismo. "Una de las cosas que limita el exilio es pensar que es literal. Ahí se pierden muchos de los matices y las riquezas que tiene", explicó la autora de Exilios, una antología de poesía latinoamericana del siglo XX que reúne a poetas como Jacqueline Goldberg (que escribe sobre el anhelo de irse) o Yolanda Pantin (que habla de perder un país dentro de ustedes).
El libro de la licenciada en Letras, que fue editado por la Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana, también es un reflejo de ese desarraigo que cambia con el paso del tiempo. Atrás quedó la expatriación de otrora, aquel que se veía obligado a salir de su tierra por guerras o persecuciones políticas. Que pasaba semanas en barco hasta encontrar un destino. "La condición del exiliado, es oportuno señalarlo, no es necesariamente la condena que se lleva sobre las espaldas con el peso de nuestra mortalidad", escribió la escritora caraqueña.
El exilio hoy es voluntario. Personas que viajan al exterior en busca de profesionalización, de mejores opciones de vida. Que alguien que va a hacer un doctorado no es un exiliado, sino un migrante, diría Miguel Gomes, un narrador venezolano radicado en Estados Unidos. Aún así, la distancia afecta. "Uno empieza a ver el mundo de manera distinta. Surge una cierta cuota de soledad, la soledad como identidad", indicó el también crítico, que el pasado jueves dio el foro Todos vuelven: escritores migrantes, junto a su compatriota Gustavo Valle.
Gomes dejó Venezuela en 1989. Desde entonces, viaja constantemente a Caracas. Esa mezcla de idiomas, de acentos, propia de la región en la que vive, trata de evitarla al escribir. "La distancia tiende a conservar lo mejor. Yo todavía escribo para un lector invisible, que es venezolano. Cuando uno escribe deja de ser uno (...) Patria es la manera de hablar", agregó el profesor de la Universidad de Connecticut, autor del libro El hijo y la zorra.
Ya se ha dicho antes que el exilio también es un viaje que cambia a los exiliados. Que puede resultar productivo a los escritores. "El exilio enriquece la reflexión. Te abre canales, perspectivas, o puntos de vista. Te permite explorar sentimientos como la nostalgia, la melancolía con mucha más vivacidad que si estuvieses en tu país. Mi trabajo, que tiene que ver con lo nostálgico, o lo evocativo, se enriquece mucho de la experiencia de estar fuera", dijo Sánchez Rugeles, que vino en el mes de mayo a Venezuela (desde España) a presentar su más reciente novela: Liubliana.
Otro narrador venezolano que vive en la nación europea es Juan Carlos Méndez Guédez. El barquisimetano, en su reciente novela Chulapos Mambo, también tocó el tema. Dos de sus personajes son venezolanos fracasados en Madrid. Que el exilio, a veces, ayuda. "Hay exilios muy dolorosos para algunas personas que han tenido que huir de sus países. En el caso de los que lo hemos elegido, creo que es una experiencia enriquecedora, de amplificación de tu mirada, de crecimiento personal. Cuando estoy en Caracas vivo la ciudad de una manera mucho más plena. Me resulta una experiencia que no me permitía cuando vivía aquí", explicó el también autor de El libro de Esther.
El finalista del Premio Rómulo Gallegos en 2001 asegura que la distancia ayuda a crear. "El exilio te permite que todas las ciudades en las que estás las veas con ojos de extrañeza. Por un lado, desarrollas una arraigo múltiple a distintos sitios, pero también una mirada ajena, que desde el punto de vista literario es maravilloso y fascinante. Ese tipo de mirada propicia la escritura y la literatura. La escritura trata de explicar lo que no comprendes", indicó, entonces, a propósito de su última obra de ficción.
A Gustavo Valle, que vive en Argentina desde el 2003, también le pasó algo similar. El venezolano empezó a reavivar viejos recuerdos una vez se sintió establecido en Buenos Aires. "Yo escribo crónicas del lugar donde vivo, mientras que hago ficción de los sitios en lso que no estoy. Ser migrante es volver a los archivos de la memoria", dijo el ganador de la bienal González León, que sitúa sus relatos en el Golfo de Cariaco, su lugar de origen.
Así, el exilio es un motivo recurrente en la narrativa. Interiores, políticos, forzados o voluntarios (el francés Albert Camus decía que la indiferencia es uno de los más crueles exilios de nuestra civilizada modernidad). Las páginas de la literatura universal, desde siempre, están llenas del tema. Hay escritores que asumen la literatura como su propio país. La patria de los que no tienen patria, dirán algunos.
EU
0 comentarios:
Publicar un comentario