Cabimas, donde todo comenzó, de Jacobo Penzo

martes, 24 de enero de 2012

Cabimas era entonces un pequeño pueblo de 3.000 habitantes, bordeado de cocoteros, asentado en la costa oriental del lago de Maracaibo, que en sólo un año −luego del estallido del pozo− vio duplicarse su población a 30.000 almas. Gentes que llegaban de distintas partes del país, de los Andes, de Oriente, del Llano, con sus santorales propios, sus diversas vírgenes, su catálogo de fantasmas, se asentaron en aquél pueblo en busca de una vida mejor. Así como muchos extranjeros en busca de fortunas en parajes perdidos. Era el comienzo de la fiebre del oro negro. 
Como los gringos y las compañías petroleras no tenían con qué suplir las carencias de planeamiento urbano del gobierno gomecista, se limitaron a cuadricular parcelas donde iban perforando pozo tras pozo, dejando letras y números por identificación: H1, D7… La gente acampó durante meses, en carpas, tinglados, refugios que ahora repetimos cada vez que llueve duro. Sólo los técnicos tenían músculo para que les dieran casitas bien construidas, que son algunas pocas ordenaditas y con aire de familia en el disparejo paisaje urbano de Cabimas: pero la peonada no, de modo que cada quien terminó construyéndose su casa con los materiales y el estilo que mejor le pareciera. Eso, a juicio del narrador en la historia de Penzo, devino en caos, en vacío, en falta de identidad: no es un pueblo, es como un campamento eterno donde la gente deambula bajo el sol, ebria de la luz cegadora del lago, bebiendo cerveza, jugando caballos, adorando a San Benito de Palermo, no podríamos decir que soñando, porque uno siente, luego de ver el filme, que los sueños se fueron hace rato junto con los gringos, los técnicos, como se han ido muchos sueños venezolanos cada vez que un compatriota emigra. 
Uno sabe que Jacobo Penzo siempre ha sido un acucioso y reflexivo lector y observador de la realidad nacional, la cual la ha plasmado en sus obras cinematográficas. Sus reflexiones sobre Venezuela y el mundo lo han motivado a incursionar en el mundo de la exhibición del cine de arte y ensayo desde hace bastantes años, primero se vínculó al cine Corpoindustria en Maracay y ahora en el Cine Celarg 3, espacio dedicado a la presentación de retrospectivas de grandes maestros del cine mundial. Es decir, Jacobo Penzo indaga permanentemente en los referentes cinematográficos más elaborados y exquisitos del séptimo arte. Así que Cabimas, donde todo comenzó es un trabajo atípico, propio de lo que se conoce como "cine de autor", donde mezcla la ficción, engarzado a lo largo de un texto con claros fines poéticos e imágenes extraídas de la realidad. 
No hablamos que la película sea un documental porque al compararlo con la tradición del reporterismo periodístico clásico, más bien lo transgrede, ironiza ese género. En pocas palabras, la ficción se funde con elementos del documental para hacer una obra que muestra, revisa o descubre una verdad; es más bien, una tradición híbrida, cuyo referente más cercano lo podemos encontrar en el Terrence Malick de La Delgada Línea Roja y El árbol de la vida. Cabimas, donde todo comenzó no es un documental, ni una ficción, sino todo lo contrario. 
Entiéndase la dimensión del reto, lo que quiere mostrar Penzo, todo un universo social, económico, cultural, religioso, mitológico y poético, lo hace con la excusa de una obra híbrida… sorpresiva… una danza de alucinaciones, un viaje al mundo de lo desconocido. Unos seres biológicos que buscan entender al mundo en los rituales religiosos bulliciosos y "aguardientosos", muy típico de los vernáculos venezolanos. En el marco de una ciudad que se nos antoja como reflejo del país. 
Lo que expresamos al lector y al público es que no esperen una obra común. No se trata de una realización estilo The History Channel, ni una ficción clásica o convencional. Es una película que intenta buscar el tejido humano, un experimento que toca el caos, el desorden y la muchedumbre perdida. Piense en la apuesta de Penzo como en un híbrido, que quiere ir más allá de la función denotativa, mostrativa del lenguaje del cine, para connotar una realidad que como intelectual le atormenta, y que él siente que bulle en la resolana de las calles de Cabimas. Como no conocemos Cabimas no sabemos si ese bullicio existencial, ese vacío, existe allá: lo que hemos leído en las novelas y textos de Sartre, obligatorios durante la carrera de filosofía en la Ucab (Oscar Reyes), así como nuestra referencia es literaria. Pero felicitamos a alguien que se atreve a salir más allá del relato simple, de las historias para los espectadores bobos, el atrevimiento de contar una historia, en busca de significar un contenido doloroso, de identidad nacional a pique. 
Cabimas… entonces es lo que algunos autores han llamado una docu−ficción. Son cosas que hacen falta en nuestro cine. Toda industria de cine que se respete en el mundo tiene que permitir propuestas más audaces, experimentales y autorales. Debe dejarse siempre un resquicio para este tipo de esfuerzos, es parte de la democracia y la diversidad cultural, y lo decimos muy en serio. 
Sí, a usted le va a parecer un filme raro, pero está limpiecito, impecable la edición, sencilla la fotografía (la cámara no tiembla, como está tan de moda ahora sin justificación), encuadres y las imágenes más cercanas a una instalaciones de arte, banda sonora modesta y música creativa (hecha por cierto por el hijo de Penzo), pero en definitiva te da las sensaciones precisas y deliberadas, buen trabajo de los técnicos del Icaic junto a los venezolanos, todos de la mano de Penzo. 
Lamentablemente en Venezuela no hay tradición de ver el cine de autor y por lo tanto la apuesta de Penzo a nivel de taquilla es demasiado arriesgada… suponemos que él y el Cnac y los distribuidores lo saben muy bien, pero qué carajo: hay que arriesgarse compadre, para poder crear mundos nuevos. 
Si por casualidad duda en algún momento entre esta o aquella, busque una tercera opción. Cabimas… estrena el 27 de enero en La Previsora, Cines Unidos Líder, Cine Celarg 3 y una sala de Cinex en Caracas; Doral y Sambil en Maracaibo. Nosotros por lo menos aprendimos mucho sobre Cabimas, y eso no tiene precio. 




EM

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