"Un ilustrador debe saber narrar"

sábado, 18 de agosto de 2012

La ilustración de libros es un arte que, aunque comenzó en el siglo XIX en estrecha relación con la literatura infantil, hoy construye una gramática autónoma de imágenes. A medio camino entre el artista plástico y el caricaturista de prensa, el ilustrador debe echar mano de su agudeza intelectual, su pericia técnica y su sensibilidad estética para crear un discurso que pueda narrarse en imágenes.

El género está en apogeo en la literatura iberoamericana y uno de sus representantes más importantes es el español Javier Zabala, que pasó esta semana en Caracas, invitado por el Banco del Libro, para hablar con ilustradores venezolanos sobre la necesidad de encontrar un discurso propio dentro del lenguaje visual para contar historias.

"Los ilustradores somos comunicadores gráficos. La diferencia entre un pintor y un ilustrador es que el segundo debe narrar", explica el finalista del Premio Hans Christian Andersen de Ilustración 2012.

Zabala, que trabaja con el sello El Zorro Rojo en un libro de versos de Mario Benedetti, ha ilustrado más de 70 publicaciones y de algunas ha escrito también los textos. Títulos suyos pueden hallarse en más de 15 idiomas.

¿Qué determina la relación entre la ilustración y la escritura de un libro? ­El planteamiento de cada libro depende del proyecto, pero todos deben plantearse desde la sinceridad y con confianza en uno mismo. Cuando hablas de clásicos, son libros que han sido visitados muchas veces a lo largo de la historia y para dar tu punto de vista debes buscar dentro de ti, donde se encuentran cosas que nadie más tiene. Esa es la única manera de ser original.

Ha ilustrado textos de Miguel de Cervantes, William Shakespeare, Antón Chéjov y Federico García Lorca, entre otros. ¿Cúal es la diferencia entre trabajar un clásico y un contemporáneo? ­Ante los clásicos uno siente pudor por las imágenes que otros han hecho, pero en este trabajo a uno le pagan para que muestre su punto de vista. Sin embargo, no hay una diferencia muy gorda entre la ilustración de uno y otro. Los primeros, sin embargo, tienen algo muy bueno: que han sido consagrados por el tiempo y suelen ser buenos.

¿Qué diferencia hay entre ilustrar libros para niños y los de adultos? ­Hay cosas que no se pueden hacer para niños, quizá ciertas cosas relacionadas con el sexo y la violencia. Pero ahora las etiquetas están desapareciendo, diluyéndose. 

Los críticos de literatura son los únicos que defienden las etiquetas; sin embargo, los ilustradores que yo conozco plantean la ilustración como un lenguaje paralelo que convive e interpela al texto. Digo que no trabajo para niños porque, a veces, los irrespetan poniéndole al libro un lenguaje infantiloide y banal que subestima su inteligencia.


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