El Museo de los Niños enseñó a los venezolanos a aprender jugando. A aprender de todo, incluso cómo se hace un museo. La institución que celebra 30 años es dirigida en la actualidad por la generación que trepó en La Molécula, que hizo su propio papel y a la que se le pararon los pelos en el show de la electricidad. Entre los 40 trabajadores que integran la plantilla de la fundación privada hay varios ex Amigos Guía, así como visitantes tan asiduos que un buen día decidieron que valía la pena hacer carrera en sus instalaciones.
Es el caso de Sandra Torres, jefa de Informática, quien comenzó como programadora y suma 17 años y medio en la institución. Participa en buena parte de los proyectos y exhibiciones, aunque no tengan relación con su área, porque en casi todo son necesarias las computadoras. "De pequeña no me imaginé que podía hacer carrera aquí; en realidad ni sabía que en un museo se trabajaba. Solamente venía a disfrutar. Me gustaba mucho La Molécula porque es un área donde te sumerges y puedes brincar y saltar".
José Miguel Cabeza, el encargado del Planetario, cuenta que el museo representa su primera experiencia laboral. Llegó a su sede de Parque Central en 1992, animado por 3 compañeras de clase que querían formar parte del Programa Amigo Guía. Fue seleccionado para trabajar en el área de Física.
"Allí permanecí aproximadamente un año. Cuando se inició la construcción del edificio La Conquista del Espacio, que abrió sus puertas en 1993, necesitaban un operador. Yo estaba dispuesto. De ahí en adelante fui ocupando varios cargos hasta llegar a ser el encargado del Planetario, hace prácticamente 20 años". Allí no sólo se ha dedicado a realizar proyecciones (actualmente con un equipo 3D); también aprendió a preparar material audiovisual y contenidos educativos capaces de enganchar a los más pequeños.
José Ángel Andrade, administrador del museo, comenzó como Amigo Guía en Una Aventura en la Luna. "Sigue siendo mi atracción favorita. Me gusta explicarle al niño que sí se pueden alcanzar los sueños. El hombre siempre soñó con llegar a la Luna y lo pudo hacer. Contarles eso en la atracción era una forma de incentivarlos".
Andrade encuentra un paralelismo entre ese viaje a la Luna y el proyecto de Alicia Pietri de Caldera, quien en los años setenta se propuso hacer un museo educativo de primer mundo. El acta constitutiva se firmó en 1974, y la institución abrió sus puertas en agosto de 1982. "Sabemos que la gente le decía constantemente que no era posible hacer un museo para jugar, en el que las cosas se tocaran y no estuvieran protegidas por vitrinas".
El que creó Pietri fue el primer museo de esta naturaleza en Latinoamérica. Sus trabajadores hoy en día se enorgullecen cuando cuentan que han colaborado con la creación de 30 instituciones dedicadas a la enseñanza de la ciencia y la tecnología. "Algunos han venido a que el museo los asesore o se han fijado en nuestro modelo. Es el caso delMuseo Interactivo Mirador de Chile y del Museo de los Niños de Bogotá.
Ese último fue inaugurado por doña Alicia. También están el Maloca de Colombia, Explora Panamá, Papalote México y Abastos Argentina. Cuando nuestra fundadora murió la directora del museo chileno nos escribió para decirnos que ella también estaba de luto, porque ambas instituciones comparten el mismo código genético: son familia", dice Andrade.
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