La quinta Castillete está ubicada en la avenida Páez de El Paraíso, justo al frente del parque Naciones Unidas. El Estado venezolano la tiene censada como patrimonio cultural, pero parece más la lápida de una tumba en el Cementerio General del Sur. Pero eso era precisamente lo que buscaba el venezolano Alejandro Hidalgo para rodar su película de suspenso.
El cineasta habló con los representantes del ente socialista que hace vida en este espacio y a cambio de computadoras y otros equipos, le permitieron rodar allí La casa del fin de los tiempos, su ópera prima.
En el Catálogo del Patrimonio Cultural Venezolano 2004-2007 del Instituto de Patrimonio Cultural, se describe la edificación como "una casa ecléctica construida entre los años 1930 y 1940, intervenida posteriormente en los años 50, cuando se le incorporaron nuevos materiales junto con la intervención del patio posterior con una imagen de arquitectura moderna".
Según la tradición oral de la localidad -dice el catálogo- esta casa sirvió de residencia a Pedro Estrada, esbirro de Marcos Pérez Jiménez, durante el período 1952-1958. Cuentan que en el jardín de la casa se hallaron hace tiempo unas osamentas humanas y los involucrados en la filmación dicen haber escuchado ruidos extraños, ventanas y puertas que se abren y se cierran solas, y otros hechos paranormales.
En fin, la quinta Castillete era la indicada para protagonizar la película de Hidalgo. Sí, la casa tiene un papel principal en la cinta, junto a la bella Ruddy Rodríguez, quien vino al país para dar vida a Dulce.
En los años 80, una mujer de 45 años tiene contacto con unas entidades del más allá que le revelan una terrible noticia: sus hijos morirán. La película narra el viaje físico y espiritual de Dulce para evitar que se cumpla la sentencia.
Alejandro Hidalgo tiene 27 años. Es egresado de la Universidad Santa María en Comunicación Social. Tras varios cortos de ficción y comerciales, se aventuró con un guión de suspenso que pasó por el programa de lecturas cruzadas del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía, por las manos del francés Michel Marx y del estadounidense Robert Mckee.
Es viernes de la última semana de rodaje. Hidalgo aguarda pacientemente junto al resto del equipo, a que culmine el proceso de maquillaje de Ruddy Rodríguez, quien es transformada por el argentino Alex Mathews (El secreto de sus ojos).
La casa, que ya estaba descuidada, es aún más deteriorada desde la dirección de arte: sus paredes lucen agrietadas, sus puertas más viejas y sus ventanas desvencijadas. En el tétrico escenario, el director habla de sus motivaciones.
"Soy amante de las películas de suspenso y quería experimentar con un género que acá no se ha tocado mucho y ver qué resultado da tener una historia con esta emoción básica del terror y el suspenso, pero adaptada a nuestra cultura, siempre las películas que vemos son extranjeras", comenta Hidalgo, quien agrega que le interesa un suspenso más guiado hacia lo desconocido, "hacia las voces que se escuchan, la manilla de una puerta que se oye... acompañamos a los personajes y sabemos que hay algo detrás de la puerta que nos está acechando pero no sabemos qué es. Llevándolo todo al miedo a lo desconocido".
Alejandro Hidalgo no se casa con el género desde su primera película, aunque le gusta. "Yo estoy casado con las historias que plantean una verdad y pueden emocionar al público, que tengan personajes humanos y una buena historia. Y eso puede ocurrir con una comedia o con una película de terror. Creo que esta fue una buena manera de empezar porque es un género rico, donde hay que enfocarse en los detalles y es muy delicado de trabajar para lograr las reacciones que quieres".
Así pues, 2013 promete dos películas venezolanas de suspenso: la que produce la Villa del Cine, titulada tentativamente Gaspar Mendoza, de Julián Balam, y la de Alejandro Hidalgo. Ambas óperas primas. A preparar los nervios...
EU
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