El Festival Internacional de Teatro de Caracas que inicia este 29 de marzo, tiene entre sus opciones el monólogo Estupor y temblores, basado en el libro de Amélie Nothomb, con Layla Metssitane, actriz de origen marroquí que representa a Francia en la programación. La artista presta su humanidad a una belga de 22 años, que debe luchar en Japón al ser occidental y mujer, para integrarse a una empresa nipona fuertemente jerarquizada. Traductor mediante, la actriz responde algunas preguntas acerca de la pieza.
-Ha dicho que el monólogo no es un cuestionamiento a la cultura japonesa. ¿Entonces qué critica?
-En sus Cartas persas, Montesquieu derrumbaba con humor los clichés de las visiones "occidentales", a través de la visión de las damas persas en un viaje. En Estupor y temblores, Amélie Nothomb también pide explicaciones a los occidentales. No es un ataque ni un juicio de valor sobre las costumbres o de la manera de vivir de los japoneses. Al contrario, es una visión humilde, graciosa e inteligente de una joven frente a un nuevo mundo. El mensaje podría ser: 'Miremos bien, escuchemos bien, antes de juzgar de manera apresurada a los demás'. Es lo que intenté hacer adaptando las palabras de Nothomb al escenario. Ella misma dice: "El instante no es nada. Tu vida no es nada. Ningún tiempo inferior a diez mil años cuenta".
-¿Se ha presentado en Japón?
-Aún no. Esperamos hacerlo para finales de 2012 ó 2013. Los colaboradores japoneses del proyecto son: Shiseido, La Casa de la Cultura de Japón en París y Yohji Yamaoto (vestuarista), quienes han apoyado desde el principio el proyecto. Ellos vieron la obra y también la autora. Con mi adaptación y puesta en escena, no hay ninguna ambigüedad. Han aprobado la obra. Entendieron que se trataba de una visión crítica sobre Japón.
-El texto es escrito por una mujer y quien lo lleva a escena es otra mujer. ¿Qué le aporta la naturaleza femenina al montaje?
-Es cierto que a primera vista la obra trata de la mujer (oriental, occidental y extremo occidental). Del universo femenino y masculino en el mundo empresarial nipón. Soy hecha de una parte femenina y de una parte masculina. Quiero llegar a un justo equilibro en la puesta en escena. Esta novela me conmovió porque trata el tema de la visión del otro, del extranjero. Una experiencia que conozco demasiado bien, como muchos de nosotros. Amélie Nothomb está convencida de que al volver a Japón, ellos iban a ver en ella a una japonesa (nació en Kobe y se fue del país para irse a China cuando tenía 5 años). Pero ven a una occidental (ella proviene de una familia de aristócratas belgas). Hasta se le prohibe hablar japonés para no desagradar a los clientes, que ya no se sienten cómodos en su presencia. Al leer la novela, entendía a Fubuki (jefa de la protagonista), a los japoneses y a la empresa, podía ver los "errores" culturales. Había un puente cultural entre Japón y Marruecos. Tenemos códigos comunes de sociedad. Y en otros aspectos, estaba del lado de Amélie y admiraba de su determinación. Mi adaptación está sobre todo orientada hacia la relación entre esas dos mujeres de culturas distintas y de la relación hombre-mujer en el mundo empresarial. Hay un cierto desfase en todas las sociedades entre los hombres y las mujeres, especialmente en el ambiente de trabajo. En Francia, por ejemplo, las mujeres ganan hasta 20% menos que los hombres en puestos de responsabilidad y competencias iguales. En Japón, la diferencia puede ser hasta de 60%.
-El libro es de una belga radicada en Japón, que escribe en francés, y usted es de origen marroquí. ¿Cómo se percibe el toque multicultural en la puesta?
-He pensando la puesta en escena desde mi propia cultura. Soy de origen marroquí (árabe y bereber). No soy ni belga ni japonesa, pero con la cultura japonesa hay cosas similares (entre otras, el lugar de la mujer). Los códigos occidentales son muy visibles en comparación con los códigos orientales y del extremo Oriente. Las nociones del visible, del invisible, del vacío, del ritual y del gesto, son cosas que me llaman la atención. Asimismo, para la puesta en escena, en la primera y última escena busqué elementos, emociones y recuerdos de mi infancia. Por ejemplo, cuando mi abuela y mi mamá me enseñaron a ponerme el khôl (polvo natural usado para el maquillaje), a preparar el pan, el ritual de ablución de orden (purificación de algunas partes del cuerpo antes de ciertos rituales), la belleza del gesto preciso, de las respiraciones interiores. En la primera escena, llevo un niqab (velo que cubre el rostro) y poco a poco me vuelvo japonesa ante los ojos del público. La obra no fija posición a favor o en contra del niqab (en mi familia nadie lleva velo). Al final de la obra, llevo nuevamente el niqab. La mujer en escena es sobre todo libre y muy femenina.
EU
0 comentarios:
Publicar un comentario